El 31 de octubre, la calma habitual se desvaneció y el miedo tomó el control. Sombras inquietantes se deslizaron por cada rincón, mientras calabazas iluminadas con sonrisas siniestras marcaban el camino. Murciélagos revoloteaban entre telarañas que parecían cobrar vida, y criaturas monstruosas surgieron de la oscuridad para invadir nuestra residencia. Fue una noche donde el terror no solo se sintió… ¡se respiró!
Durante toda la semana, la residencia se convirtió en un auténtico laboratorio creativo. El equipo, junto con las personas residentes, trabajó mano a mano para dar vida a una atmósfera digna de Halloween: calabazas iluminadas, telarañas estratégicamente colocadas y rincones que parecían salidos de una película de terror. Todo estaba listo para una jornada terroríficamente divertida. El gran día llegó y la calma habitual se desvaneció. Entre los pasillos aparecieron la novia cadáver y su inquietante consorte, personajes de la Casa de Papel, la mismísima muerte, monstruos y hasta curas engañosos. Cada rincón se llenó de sustos, gritos, canciones y bailes, culminando con un apetecible ágape que reunió a todos en un ambiente festivo.
Más allá del entretenimiento, estas celebraciones son mucho más que una tradición: son una oportunidad para fortalecer vínculos, fomentar la cohesión y crear un clima positivo entre quienes compartimos el día a día en la residencia.